sábado, 11 de octubre de 2014

Sueños

Soñé que un grupo de brujos narcotraficantes jamaicanos del aspecto más temible irrumpían en mi casa tumbando la puerta y esfumando la sensualidad de la noche justo antes de que la cantante francesa Alizée se atreviera a decirme lo mucho que me amaba.
El más grande de ellos era el líder, tenía tatuados los brazos, arracadas por doquier y llevaba collares de oro y otros colgantes de huesos y yerbas olorosas que decían “vudú” por donde lo vieras. Usaba pupilentes blancos que le daban un aspecto endemoniado y tenía una voz ronca y maldita que cuando daba órdenes a sus secuaces hacía que se me empequeñecieran los huevos que no tengo.
Sus dos secuaces, igualmente peinados con rastas y vestidos estrafalariamente, me tomaron por los brazos y comenzaron a golpearme brutalmente. Me ataron las manos haciendo caso omiso de los sollozos desesperados de Alizée, quien les imploraba que me dejaran libre. Uno de ellos me apunto a la cabeza con su escopeta y el jefe preguntó:
“Where the fuck is my money?”
Y con mi tartamudez insólita le dije que se habían equivocado de persona. No me creyó y me devolvió la excusa con un fuerte puñetazo.
-“You’re stealing my money and now you are screwing my woman?”- me dijo con su mirada de loco al momento en que pasó un cuchillo negro con acabados tribales por mi garganta y empezó a moverlo como si estuviera dibujando en el aire las runas de un conjuro de magia negra rezando entre dientes dialectos incomprensibles.
A su orden, uno de sus esbirros sacó una navaja para rasurar, me cogió de la mano y dio principio a la tortura cortándome los pellejos que tenemos entre los dedos. Pude ver brotar la sangre cuando vi la hoja metálica dividiendo mi piel, pero me di cuenta de algo muy importante: nada de lo que me hacían me dolía y todo lo que acontecía esa noche era muy fantástico para ser real… ahora era yo quien tenía el poder; sabía que estaba soñando.
Alizée, quien al parecer conocía al jefe mafioso y había tenido amoríos con él, lo llevó suplicante a un cuarto y comenzó a rogarle que me dejara en paz. Le repetía constantemente que sólo lo amaba a él y que no tenía ojos para nadie más. La pelea y el griterío de ambos cesó repentinamente con un extraño y súbito golpe. Sin embargo, yo sabía lo que pasaba y lo que pasaría después.
Ella salió de la alcoba muy nerviosa, mirándome como si me dijera con su mirada lo que planeaba hacer. Le dijo al secuaz, el cuál seguía apuntándome con la escopeta, que hicieran lo que quisieran pues ella ya se marchaba. Al bajar la guardia aquél monstruo rastafari, ella lo golpeó con el mismo martillo con el que había noqueado al jefe jamaicano, el tipo que me tenía sujetada se distrajo y yo, con un movimiento marcial rapidísimo usando mis manos atadas, le quité la navaja y le corté la yugular.
Pude escuchar el grito enfurecido del jefe que ya se había levantado del aturdimiento. Salí corriendo lo más rápido posible antes de que las balas de ametralladora que él había desfogado sobre mi cuerpo hicieran impacto. Bajé las escaleras pero la entrada estaba llena de otros maleantes que también me disparaban, así que salí por la parte trasera y empecé la brincadera de barandales, bardas y azoteas con una agilidad extraordinaria.
Me refugié en la perpetua oscuridad de una vieja chimenea que comodamente me permitía ver lo que sucedía afuera. A pesar de los perros del vecindario me delataban, las cosas poco a poco se apaciguaron, y al escurrir las horas los maleantes se disiparon; sin embargo yo me quedé otro rato.
Pasó mucho tiempo y seguía yo allí adentro, de pie y vigilante, la gente se paseaba frente a mi y nadie podía verme a pesar de que yo los veía a plenitud. Ya no estaba en la ciudad si no en una especie de ranchería antigua, y todo era como si lo observara desde las tinieblas. Una anciana de ojos verdes, nublados por sus cataratas, me vio directo a mis ojos y le señaló a otras personas mi ubicación quienes voltearon espantadas. ¿Cómo pudo descubrirme si nadie más podía verme? ¿Qué clase de atributo extraordinario tenía esa viejecita, que no estaba lejos de la senilidad y la ceguera, para poder verme directamente? Mi refugio era tan oscuro que ni yo misma podría distinguirme. Con toda la tranquilidad le dijo a los que la rodeaban que los ojos de las ánimas destellan en la oscuridad cuando buscan algo con desesperación, después desperté.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Botellita de jerez todo lo que digas sera alreves...